Palabras necias,
que sordas,
no escucharon tu llanto.
Palabras perdidas
por orgullo del vencido.
Ahora me arrepiento.
Guardo en el pecho,
entre el aire que respiro,
una palabra sencilla
que te devuelva a mí.
Sin nombre vagas,
y sin rostro te apareces.
Yo soy cualquiera
que mis palabras tome.
¿Cómo pudiste perder,
lo que tu cuerpo tanto ansiaba?
Mil desdenes altivos,
y un gesto de desprecio.
Un movimiento egoísta
mientras decías “te quiero”.
Abrazo mal dado
que esconde el sentimiento.
Palabras,
con su poder terrible
o su loco consuelo.
Anónimo,
espero el momento,
en que tú recojas lo que dije
y le quites el misterio.
En que quites la palabra necia,
en que quites la rima tonta,
en que la palabra sencilla
quede libre de lisonja.
Que el viento la acompañe,
y llegue a ti que la lloras.
Mientras cae por tu mejilla,
suave y lenta,
mi disculpa avergonzada.