A veces,
cuando la luna
se acerca a mi ventana,
puedo ver tu reflejo como un guiño,
en uno de sus cráteres.
A veces la luna,
celosa de mi mirada,
celosa de mi mirada,
cambia el giro
ocultándote entre las sombras.
Son momentos de duda,
en los que no concilio el sueño.
¿Será sólo un engaño ese reflejo,
que tan solo muestra mi miedo desde otro lado?
Ni siquiera sé tu nombre,
ni siquiera lo que anhelo.
Pero la calma de la búsqueda,
vale más que el propio deseo.
¿Quién eres?
¿Por qué me rehuyes?
Deja sólo por un instante
que mi alma te encuentre,
que nos fundamos,
aunque en el fondo sea tan solo
un abrazo con mi propio consuelo.
A veces,
cuando ya despunta el alba,
y la luna se va con su sonrisa,
un haz de luz me sobrecoge.
Como si fuera una respuesta,
me llena de energía,
quizás,
el guiño que lanzó aquel reflejo,
era real.
Fue tan solo la distancia,
que a veces creo olvidar,
la que hizo,
que el impulso que necesitaba
viniera a mí tardío.
Ahora creo entenderlo.
Y sin prisa lo asimilo.
Ahora sé que es mi propia vida,
aquello que persigo.
Cobarde de mí
que con descaro hago el guiño,
y culpo airoso a la luna,
cuando tan sólo es el espejo
que muestra mi obsesión,
sin aderezo ni juicio.