lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Y si las cosas no fueran como nos las han contado?


Baldosas amarillas

Cuando hubo recorrido todo el camino de baldosas amarillas, Dorothy se sentó exhausta a las puertas del palacio donde se suponía que estaba el mago. Atrás quedaron aquel espantapájaros que se las daba de intelectual, el león arrogante y el duro hombre de acero. Se alegraba de haber hecho el trato con la bruja. Les entregó a cambio de una alianza. Ahora solo quedaba la última parte de la aventura: desenmascarar al hechicero y convertirse en la princesa más poderosa de Oz. ¿O es que acaso se había lanzado a aquel tornado para nada?






Cuando Anakyn encontró a Luck

Cuando Anakyn volvió en sí tras el choque de la nave, su visión de las circunstancias había cambiado por completo. Se dio cuenta de que había estado a punto de matar a su hijo, y todo por mantener aquella fama de aguerrido hijo de puta con que se había ganado el apodo de Darth Vader. Por suerte, el golpe de timón en mitad de la batalla les había encerrado en compuertas distintas de la sala donde peleaban. Se preguntaba si decirle la verdad a su hijo. Luchaba entre su reputación y su sentido común. En su cabeza, su propia imagen anunciando a Luck su paternidad con la voz que salía de aquella absurda máscara le hizo reírse a carcajadas. 





jueves, 27 de junio de 2013

Palabras de una disculpa anónima



Palabras necias,
que sordas,
no escucharon tu llanto.

Palabras perdidas 
por orgullo del vencido.

Ahora me arrepiento.

Guardo en el pecho,
entre el aire que respiro,
una palabra sencilla 
que te devuelva a mí.

Sin nombre vagas,
y sin rostro te apareces.
Yo soy cualquiera
que mis palabras tome.

¿Cómo pudiste perder,
lo que tu cuerpo tanto ansiaba?

Mil desdenes altivos,
y un gesto de desprecio.
Un movimiento egoísta
mientras decías “te quiero”.
Abrazo mal dado
que esconde el sentimiento.

Palabras,
con su poder terrible
o su loco consuelo.

Anónimo,
espero el momento,
en que tú recojas lo que dije
y le quites el misterio.

En que quites la palabra necia,
en que quites la rima tonta,
en que la palabra sencilla
quede libre de lisonja.

Que el viento la acompañe,
y llegue a ti que la lloras.
Mientras cae por tu mejilla,
suave y lenta,
mi disculpa avergonzada.

domingo, 23 de junio de 2013

Declaración poética

I. 

Palabras
solo en apariencia enredadas,
exprimiendo tus sentidos
en cada frase encadenada.

Tristeza, amores, lágrimas agrias,
sinfín de sensaciones
mezcladas, pero

 ¡tan claras!

Luna que se pierde,
mar que la encontró.
Una mañana nublada,
un guiño, o un adiós.

Un algo que se fuga.
Un dolor que me quedó.
Una palabra precisa
que encontré bajo el colchón.

Junta una,
junta dos
júntalas todas juntas
formando una canción
que sin música suena.

Una frase, mil sentidos
extraordinario su color.




II. 

Un disparo por sorpresa
parece el verso destacado,
que sin aviso ni decoro
penetra en mi alma abierta,
receptiva al desengaño.

Mero ilusionismo,
que mirado bien despacio,
no es más que un simple juego
de rimas,
sueños y descaros.

Todo lleno,
salido de muy dentro
intentando explicarlo.
Lo que siento,
lo que sientes,
dando juntos un paseo
mientras la tarde se pierde.


III.

Lanza la palabra al vuelo,
deja que se una sola,
a la línea,
a la historia,
que subyace enredada
en las fauces del tiempo.

No trates de forzarla,
y que la rima sea vacía
de sentimientos o de cura.
Puro adorno vehemente,
que ni a cuento llega
ni emoción desprende.


lunes, 6 de mayo de 2013

Colección de Haikus

El haiku (俳句?) es una forma de poesía tradicional japonesa. Consiste en un poema breve, cuya poética generalmente se basa en el asombro y el arrobo que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza, aunque con el tiempo, y como todo, surgen variaciones que no siguen todas las reglas.


Dejo alguno como ejemplo, de cosecha propia!






                  Vuelo de águila.                                     Viento otoñal.
                  Del invierno saliente,                              ramas del roble viejo
                  fuga sin prisa.                                         Crujir del tiempo. 


                  Susurro suave,                                       Agua de río
                  lengua de serpiente.                               llevando primavera
                  Final de cuento.                                     vida y gozo.


                 Otrora tuya                                             Miedo súbito.
                 mi mirada furtiva,                                   Habitación sin puerta.
                 puñal de hielo.                                        Temblor corpóreo.


                Pisadas raúdas,                                        Desgarra fuerte,
                hojarasca desecha.                                   maldito cruel destino,
                Escapa vivo.                                            su amor vivido.


miércoles, 23 de enero de 2013

Te vas


Te vas,
y el reloj de la plaza marca tu ausencia.
Te vas,
y la sábana hueca lo recuerda cada instante.
Te vas,
y bajo el manto de estrellas de la noche,
en la estación sin nombre,
canta un hada llorando tu olvido.

Llegó el final.
Destino irrevocable que los dos 
convertimos en sentencia del camino.
La única salida para el remolino 
de dolor y rabia donde nos metimos.

¿Cómo no pudimos darnos cuenta antes?
¿Cómo no pensar en el futuro que avocamos al fracaso?

Aquella tarde fue la gota que colmó el vaso.
Tus manos temblorosas
dejándose llevar por la carne de aquel joven. 

Yo estaba allí,
y con los ojos rojos de dolor lo sufrí en silencio.
¿Cómo culparte yo?
Mis labios, llenos de rabia por lo que no tenían,
también se fueron en busca de consuelo.

Los dos, queriéndonos tanto, 
y tan fuerte.
Nos deseamos tanto odio
que quisimos pagarlo con un beso extranjero,
con unas manos nuevas 
que renovaran el color
y apagaran la sed de duelo.

Yo estaba allí,
y sin quererlo envenené mi mente sin sentir
que yo también lo merecía.

Quizás presenciarlo fue la guinda,
para que tu venganza quedara sobre la mía.
Tu no cuidado y gallardía
que yo mismo guarde bajo la almohada.

Henos aquí confesando culpas,
y admitiendo también que te quiero.
Aquellas manos y otra boca,
que momentáneamente salvaron nuestra vida,
quedaron en minutos
rodeados de la nada, de agonía.

Te vas,
y el tren que te lleva cancela su retorno.
Te vas,
creyendo que eres la culpable de mil males,
de engaños y sobornos.

Nunca me atreví a contarte mi pecado,
mi ego desequilibró la verdad de nuestros actos.
Y ahora te vas,
y yo me quedo en la estación de tu desdicha,
queriéndote tanto,
queriéndote tanto.

Te vas,
un momento acabó con todo.
Y eternos los momentos que quedan llorando,
esperando al tren maldito en que regresas,
con instrucciones de cómo amar sin hacer daño.